Así es el hotel de Lugo en el que desearás soñar



Fuente: Harpeers Bazaar

Una sola noche en las Cabañas Ancares, ubicadas en Los Ancares lucenses, basta para reactivar los sentidos, conectarse con uno mismo y olvidarse del resto por unas horas

Por Ana González Rueda

En plena época vacacional, disfrutar de la playa, del sol o de una gran capital se antoja demasiado típico e incluso vulgar ante las oportunidades que brinda actualmente el turismo rural y, sobre todo, en España. Cierto es que la mayoría acude a nuestro país en busca de lo primero, pero el interior de la península alberga igualmente maravillas en plena naturaleza para otro tipo de vacación que una vez se conocen es complicado no repetir. Según datos de Statista, «entre 2013 y 2018, tras un largo periodo de altibajos, la cifra anual total de turistas alojados en casas rurales y establecimientos similares en el país aumentó en más de un millón y medio y llegó a superar los 4,25 millones». Y aunque Castilla y León está a la cabeza en cuanto a número de alojamientos en este sentido, por lo que es más conocido, existen auténticos tesoros a lo largo y ancho de nuestra geografía todavía por descubrir.

En Harper’s Bazaar nos detenemos concretamente en Los Ancares, en Lugo. Una comarca de profundos valles que todavía conserva la herencia de los pueblos celtas. Un territorio que parece haberse detenido en el tiempo, donde las montañas milenarias, los caminos de árboles y liosas rutas hacen que la aventura ya comience desde el principio. De hecho, la ruta de los Tres Obispos es una de las más conocidas de la zona por los amantes del senderismo. «Los visitantes ya se quedan impactados en el camino», nos cuenta Jimena Santalices, al frente de nuestro destino: Cabañas Ancares.

En plena reserva de la biosfera y a 1.200 metros, la aldea Cabañas Antiguas, con tan solo 10 habitantes y suspendida en el tiempo («para ellos da igual que sea lunes o sábado y viven de lo que obtienen de la tierra»), alberga las tres casas que conforman el establecimiento rural que acaba de poner en marcha esta joven gallega. Un entorno único, poco explorado y alejado del mundanal ruido y del día a día, ya que aparte de vivir como detenido en el tiempo, está situado en el medio de la nada para que el visitante se sumerja de lleno en esta experiencia para todos los sentidos: «Más allá de nuestras casas no hay nada así que todo lo que se ve a través de las ventanas es salvaje».

«Este es el sueño de mi madre: la idea de volver al lugar donde nació y compartirlo con la gente; y me lo ha contagiado a mí», cuenta Jimena. Y es que en estas casas exactamente vivió toda su familia, también sus abuelos. Y concretamente la casa grande, que data de 1.400, es donde nacieron todos. Una pincelada que muestra la herencia y el poso histórico y familiar que envuelve esta experiencia que se manifiesta, lógicamente, en un cuidado y mimo hasta el último detalle tanto en las casas como en la estancia en general. Porque efectivamente y en parte por esto, no se trata de un alojamiento rural al uso. Visitar y dormir en cualquiera de las tres casas de Cabañas Ancares es inspirarte, desconectar, sentir, empaparte de historia y disfrutar de los placeres más básicos.

«La estética de las casas por dentro para nosotros es fundamental, ya que pensamos que también alimenta el espíritu; además, antes de su llegada, al futuro huesped le mandamos guías de la zona, le recibimos con la chimenea encendida y alguien dedicado a explicarle todo», explica Jimena.

De hecho, a pesar de que existen un par de mesones a unos 600 metros «con comida casera y súper asequible», los alojamientos tienen cocina y menaje así como disponen en la parte de fuera de un horno antiguo comunal con barbacoa y nevera para que el visitante conserve su independencia e intimidad hasta el extremo. Pero, por supuesto, también ofrecen desayunos y comidas con ricos guisos típicos previa reserva para aquel que no quiera apenas mover un dedo.

 Por si fuera poco, todavía conservan la fuente donde el abuelo de Jimena bebía agua cada día y los habitantes de los pueblos de alrededor siguen visitándola con sus cubos en mano. Por no olvidarnos del pan que realizan casero cada día así como de la miel que producen y está a la venta: «Se pueden visitar nuestros panales. Dicen que es la mejor miel de Europa».

Pero esta no es la única actividad o experiencia que ofrecen. En un entorno natural de estas características, imposible no destacar la huerta invernadero que están poniendo en marcha para que el visitante coja sus propias verduras y frutas para comerlas en el día. Y «la gente también viene a hacer rutas y a ver animales así como los cielos estrellados que son otro nivel». Además, ahora están explorando y cerrando otras dos opciones más que apetecibles: una experiencia temática con profesionales de la cocina y un retiro de yoga.

Por último, las mascotas son bienvenidas. Ideal para unirse al caballo y a la burrita de 4 meses que acaba de llegar. Y los precios son más que asequibles: a partir de 50 euros la noche.


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