Fonte: El Progreso

La empresa Medioambiental Lucense es la encargada de tejar las edificaciones, tras recibir la mejor calificación en la mesa de contratación de la Deputación de Lugo.

La provincia de Lugo dispone de un patrimonio etnográfico único, compuesto por las pallozas que se erigen en la montaña lucense, en los núcleos de O Cebreiro y Piornedo.

Muchas de ellas pobladas hasta los años 70, hoy disfrutan del reconocimiento de Bien de Interés Cultural. Rehabilitarlas y mantenerlas es un deber para las administraciones, tanto para salvaguardar la propia memoria de una manera de habitar el territorio, como para erigirlas como atractivo turístico.

Para dar respuesta la esta necesidad, la Diputación de Lugo destinó una partida de 84.000 euros para teitar las 14 pallozas de Piornedo, que presentaban ya un importante deterioro.

La empresa que obtuvo mejor puntuación en la mesa de contratación de Diputación de Lugo fue Medioambiental Lucense, que contrató a trabajadores leoneses especializados en esta tarea, liderazgos por Juan González Abeja, que a su vez se dedica a la conservación de las pallozas del Cebreiro.

Paja de centeno y uz son los materiales fundamentales de estas obras que comenzaron en junio y han previsto terminar en agosto. Bajo la aparente sencillez de los materiales se esconde una enorme complejidad, ya que, además de ser difíciles de conseguir -en este caso el centeno, específicamente cultivado para este fin, viene de Astorga-, tejar es una técnica decadente, y es precisa la colaboración con los propietarios para respectar las características específicas de cada palloza. También las pallozas de Piornedo son diferentes a las de O Cebreiro, “por ser más inclinadas, lo que también las hace más resistentes a las inclemencias del tiempo”, comenta Juan González Abella.

“Esta rehabilitación era muy necesaria, incluso urgente. También es probable que esta obra no sea suficiente para recuperar enteramente las pallozas, pero está bien como primera intervención”, comenta Modesto Teijeiro Valledor. Ellas son, sin duda, una señal de identidad del paisaje gallego que hace falta proteger.