Fonte: El Progreso
Un ingeniero vigués creyó que era posible trabajar desde su aldea familiar en Barcia y ahora ofrece esa opción a otros
Después de residir en Nueva York, París o Madrid, Pedro Álvarez decidió darle una vuelta a su forma de vida. Como gran parte de su trabajo, el de diseñar y regenerar baterías industriales, puede hacerlo desde cualquier lugar, decidió que ese lugar fuese un pueblo.
Y las vueltas, en realidad, fueron muchas, como tantas veces pasa cuando para descubrir lo que está muy cerca primero hay que viajar muy lejos. Así que, después de recorrer la Sierra de Gredos o el Prepirineo, Pedro se preguntó qué sería de la casa familiar materna en la aldea naviega de Barcia, que él apenas conocía. Nunca hubiese imaginado que acabaría viviendo y trabajando allí. “Estas cosas, si las piensas y las planificas, no salen bien”, piensa.
Además de hacer de Barcia su lugar de residencia, después de la reforma integral de la casa familiar que llevó a cabo hace cinco años, Pedro Álvarez está a punto de lanzar el primer coworking rural de Galicia, y probablemente el primero de España. Tampoco esto estaba en sus planes, pero al enterarse de las ayudas de Agader a través del GDR Montes e Vales Orientais decidió ofrecer a otras personas lo que a él le había costado tanto encontrar.
Antes de instalarse en la casa familiar, Casa Quiñones, Álvarez había buscado la experiencia de desconectar de la ciudad en alguna casa rural y trabajar desde allí. Pero esto no resultaba fácil. “A veces fallaba la conexión a internet u otras tenías que trabajar en un espacio común con la televisión encendida, o no tenías autonomía para cocinar, por ejemplo”, indica. “No son lugares pensados para trabajar ni para pasar una temporada”, añade.
Pedro Álvarez: “Pretendo dar opciones para conciliar lo personal con lo profesional y tener más calidad de vida”
Lo que él ofrece ahora son unas instalaciones dotadas con fibra óptica, distintos espacios de trabajo, entre ellos un despacho individual, y tres apartamentos. Si por un lado la crisis del coronavirus ha interrumpido una breve apertura en febrero en la que ya tuvo dos estancias, por otro lado cree en el futuro de este proyecto “ahora que se ha demostrado que el teletrabajo es posible, por lo menos en parte, y que hasta este momento habíamos infrautilizado muchas de las herramientas tecnológicas de las que disponíamos y que nos hemos visto obligados a poner en marcha”, comenta.
CONCILIAR. Tal y como lo ha sido para él, Pedro espera que la Casa Quiñores sea un lugar que permita conciliar la vida laboral con la vida personal. “Puede ser una buena opción para parejas que tienen vacaciones en distintos momentos, para amigos o para cualquier persona sola”, comenta. “Para exprimir un poco más la vida, en definitiva, porque lo que a mí me ha llevado a cambiar ha sido el negarme a que el trabajo lo absorba todo”, añade.
Para él, esta es además una de las vías que el rural debería explorar. “Si la gente sigue viviendo aquí, el rural no es un gasto. Unas ovejas limpiando el monte son más baratas que una brigada, por ejemplo. Y, si tenemos internet, desde aquí es posible realizar muchos tipos de trabajo distintos”, comenta.
Muy lejos ha tenido que ir Pedro Álvarez, sí. Sin embargo, en Barcia a los dos días ya le llamaban por su nombre. “En esta casa nació mi madre, mi abuela, mi bisabuelo… y los vecinos me cuentan constantemente cosas de mi familia, de la Casa Quiñones”, comenta.
A pesar de esa cercanía, sí que es cierto que en estos años echó de menos el poder conocer a personas distintas, como hacía en las grandes ciudades en las que vivió. Pero ahora, con este proyecto, quiere ponerle solución también e eso. Y espera que otras personas sigan sus pasos, aunque para ello haya que dar muchas vueltas.